Chapuzón fuera del Ebro

Blog: Chapuzón fuera del Ebro

Sant Jaume d’Enveja nos esperaba el sábado 17, más concretamente en Illa de Gracia y la verdad es que algo de gracia tenía la cosa.

Primeramente Fran no tenía coche… pero Pablo tampoco, por lo que tuvimos que pedir un coche prestado y repartir todo para poder bajar a las tierras del Ebro. El camino se las traía, pasando por encima del Ebro hasta en dos ocasiones siguiendo caminos que sólo se ven en una persecución rural en una película española, por no hablar del camino de polvo en el que se hundían nuestros coches para llegar a la zona del concierto.

El “escenario” era propicio para la escenografía de Smooth Criminal, bien inclinado. Tocamos en el césped junto a un columpio la mar de majo y, después de unas pruebas picaditas bajo un sol de venganza fuimos a refrescarnos a la piscina municipal… o eso creíamos, ya que nos perdimos por la urbanización sólo para ver que aquello estaba más cerrado que un pistacho de bolsa mala, así que no nos quedó otra que arrojarnos a la bebida en un bar-cafetería del pueblo.

Ahora sí, refrescados, nos fuimos a cenar como auténticos señores a un restaurante cercano en el que comimos hamburguesas, platos combinados y alguna tarta al whisky. Todo estaba riquísimo. Repuestas las energías llegó la hora de ir al concierto.

¡La zona estaba abarrotada! Pero no de público, ¡de mosquitos! La noche iba a ser bastante divertida, los vasos de agua tenían más proteínas que un gorrino cebado.

Estuvimos haciendo tiempo, meciéndonos en el columpio y mirando al horizonte donde no dejaban de asomarse relámpagos. Ojalá no nos lloviese, al menos.

Al cabo de un rato comenzamos con todo y la gente se iba acercando poco a poco. Fue una pequeña lucha hasta que conseguimos que todo el mundo se quedase con nosotros en aquella esquina húmeda junto al río, en el que las guitarras se resbalaban entre nuestras manos. Los fotógrafos (unos cracks, ¡gracias por todo!) sacaron todo su arsenal, incluso drones nos sobrevolaban para coger una buena toma de la calva de Blas. Aunque, para calvario el de Dani, que debido a la excesiva humedad petó el parche de la caja, sonando aquello como si fuera el St. Anger de Metallica. Tuvimos que hacer tiempo mientras usamos la caja de recambio (la primera vez en seis años) y pudimos acabar el bolo, aunque el DJ no debió de enterarse muy bien porque estuvo pinchando un rato antes de que termináramos el concierto. Un tanto irrespetuoso, o quizá fue una de tantas cosas que se le han pasado por alto en la vida, pobre.

Ahora sí, con unas coca-colas para el camino, algunas chuches y un poco de resopor nos volvimos para Tarragona con la satisfacción de ver a Mer y Alex tan contentxs con nosotrxs en un día tan especial para ellxs. ¡Sed muy felices!