El 21 de mayo volvimos al local de los Ronin, pero esta vez para poner el broche rockero a una boda de lo más motera.
Quedamos por la mañana para hacer el montaje y que lxs novixs e invitadxs ya se lo encontrasen todo montado, pero por lo visto se olvidaron de nosotros. Eso o nos vieron muy claritos de piel y quisieron que nos tostáramos al sol una horita o así. Nos abandonaron un poco en el desierto de polvo.
Cuando vinieron a rescatarnos y fuimos a montar nos encontramos con un altar lleno de globos en el escenario que haría más divertido el montaje.
Por suerte ya nos conocemos el Ronin y el montaje fue bastante ligero y, en el caso de Blas, la carga también. Después de estar una hora esperando sin más se dio cuenta de que se había olvidado uno de los altavoces. Pero, ¡no hay problema! Por suerte el Ronin tiene unos bafles enormes que nos harían sonar aún más atronadores que de costumbre.
Tras las pruebas nos marchamos a casa hasta bien entrada la noche. Pudimos disfrutar de una riquísima barbacoa cocinada por nuestro amigo Luis y pinchamos November Rain para que entrase la tarta (bien rica, por cierto) mientras Fran interpretaba el solo sobre las sillas. Las cervezas y chupitos rularon muy pronto, ¡pero nos lo estábamos pasando genial!
Llegado el momento de la verdad subimos al escenario y partimos con todo directamente. Hubo bailes, cantes, risas y muchxs peques bailando por la pista. Un bolo realmente divertido y cercano.
De hecho, hubo un invitado que se tomó muy en serio lo de “Highway to Hell” y su billete le llevó directo al suelo. Por suerte no ocurrió nada más, pero el aterrizaje fue cuanto menos forzoso.
Una boda totalmente diferente en la cual todos los integrantes de Ronin llevaban su chaleco por encima del traje de gala, en la que se hizo un camino de la gloria con los cascos de la moto y en la que se cantó a todo pulmón eso de “Ronin down the river”.
Alfredo y Mireia, deseamos de corazón que seáis muy felices, ¡pisad a fondo y que no os falte el rock & roll!