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25 de noviembre y Ready se niega a parar su temporada de fiestas mayores, esta vez en La Riba.

Llegar allí fue complicado porque el Google Maps se nos perdió por el camino. Suerte que, algunos más que otros, saben orientarse bien por su cuenta. Esperando en el casal aguantando el fresquito del interior nos dieron luz verde para cargar el montacargas para bajar las cosas directamente al escenario. Montacargas, que no ascensor, pues Blas lo entendió todo al revés.

Nuestro bajista empezó a cargar el ascensor y empezó a cerrarse. Ni los aspamientos con el pie ni tocar el botón de ese piso consiguieron parar las puertas que le dejaron a oscuras y atrapado en él. Nada grave, el ascensor acabó bajando solo y esperó a ser rescatado cargado de cosas en una pista de fútbol.

En el escenario estaban haciendo un espectáculo familiar, por lo que nos colamos detrás y empezamos a colocar nuestro equipo tranquilamente tras el telón hasta llegar el momento de probar.

El montaje y el equipo estaban a cargo de Albert y Leo (¡ya conocidos de Ready y unos grandes en lo suyo!) y a los mandos nuestro Deadmaus de mercadillo, Enric «Chincheta».

Con las pruebas ya hechas fuimos a cenar unos platos combinados tremendos mientras esquivábamos a los correfoc, que reinaban las calles. Lomo, ensalada, churrasco, patatas, huevo… desde luego la cena fue copiosa y cogimos las fuerzas suficientes para la noche de rock and roll que estaba punto de suceder.

Unos cafelitos y chupitos después volvimos a perdernos por el Escape Room urbano de La Riba hasta llegar al casal. Tuvimos tiempo que perder en el camerino (de los más grandes que hemos tenido) que tenía hasta dos puertas. Así si nos enfadábamos podíamos salir a la vez dando un portazo. En La Riba piensan en todo.

Y, entonces, Ready to Rock entró en escena. Una escena brutal gracias al juego de luces de nuestro compi Albert, aunque en la pista había bastantes huecos. El público en primer momento se mostró tímidx, pero poco a poco el rock iba calando y lxs asistentxs se iban acercando para darlo todo.

Dani estaba machacando la batería como nunca, tanto que los micros se iban desmontando de los pies y acababan sonorizando la moqueta.

Acabamos muy satisfechos esa noche en La Riba y, dejando paso a Marsal Ventura, atravesamos la multitud joven que abarrotaba el local para ir a por los coches y cargar el montacargas, esta vez sin dejar a nadie atrapado dentro. Tuvimos que lamentar la pérdida de un retrovisor de nuestros coches, pero no era momento de mirar atrás sino al futuro bolo que esperamos volver a dar en La Riba. ¿Os mola la idea?